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Una historia insólita ocurrió cuando una mujer que había solicitado la eutanasia para su perro descubrió, un año después, que el animal seguía vivo y estaba disponible para adopción. La mujer había tomado la difícil decisión de poner fin a la vida de su mascota debido a problemas de salud que, según su veterinario, no tenían cura. Creyendo que había hecho lo correcto para evitarle más sufrimiento, dejó al perro en una clínica para que se le aplicara la eutanasia.

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Sin embargo, lo que parecía el final de una triste historia tomó un giro inesperado. Un año después, mientras navegaba en internet, la mujer encontró una foto de su perro en una página de adopciones. Impactada y confundida, se dirigió al refugio y confirmó que efectivamente se trataba de su mascota. Al parecer, la clínica veterinaria decidió dar una segunda oportunidad al perro, optando por buscarle un nuevo hogar en lugar de realizar la eutanasia.

Este sorprendente descubrimiento generó diversas reacciones, desde la alegría por el reencuentro hasta la indignación por la falta de comunicación y transparencia del veterinario. La mujer, aunque aliviada de que su perro estuviera vivo, expresó su frustración por no haber sido informada de la decisión de poner al perro en adopción. La historia destaca la importancia de la ética y la comunicación en la práctica veterinaria, y cómo decisiones bien intencionadas pueden tener consecuencias inesperadas.