En un reciente artículo titulado «La comida triste del tren y su fauna», la chef Maria Nicolau reflexiona sobre la decadencia de la oferta gastronómica en los trenes modernos.
Durante un viaje en un Ouigo de Madrid a Barcelona, Nicolau observa cómo la experiencia culinaria a bordo se ha reducido a snacks y sándwiches plastificados, lejos de las comidas elaboradas que alguna vez fueron parte esencial de los viajes en tren. Además, describe encuentros con otros pasajeros, incluyendo un «coach» que ofrece consejos de conquista y un grupo que discute negocios gastronómicos, lo que le genera una sensación de desazón y nostalgia por tiempos más auténticos.
Esta transformación en la oferta culinaria ferroviaria no es un fenómeno aislado. Históricamente, viajar en tren era sinónimo de lujo y gastronomía de alta calidad, especialmente a partir del siglo XIX con la expansión de las líneas ferroviarias en Europa y Estados Unidos. Trenes emblemáticos como el Orient-Express ofrecían menús gourmet a bordo, convirtiendo el viaje en una experiencia memorable. Sin embargo, factores como la Segunda Guerra Mundial y la competencia con la aviación llevaron a la decadencia de estos vagones restaurante, siendo reemplazados por opciones más rápidas y menos sofisticadas.
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Actualmente, aunque algunos servicios ferroviarios intentan revivir la tradición gastronómica, la realidad es que la mayoría de los viajeros se enfrentan a opciones limitadas y poco atractivas. Esta situación refleja un cambio en las prioridades, donde la eficiencia y la rapidez han desplazado al placer de disfrutar una buena comida durante el trayecto. La nostalgia por la época dorada de los viajes en tren persiste, pero la oferta actual dista mucho de aquellos tiempos en que la gastronomía era parte fundamental de la experiencia ferroviaria.
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